No sé si leí este cuento, ni recuerdo tampoco si me lo contaron, o si lo soñé quizá en alguna de esas noches de pesadillas y de insomnios, en que la imaginación emprende viajes, semejantes al de De Maistre alrededor de las paredes de su cámara.
Es lo cierto, que allá en los tiempos de Mari-Castaña, reinaba en la Arabia Feliz el rey Bertoldo I, llamado el Grande por ser el más gordo de los monarcas de su dinastía. Era su real Majestad un grandísimo haragán, que pasaba la vida tendido a la larga, fumando hachisch y Latakia, mientras sus esclavas le espantaban las moscas con abanicos de marabú, y sus esclavos le cantaban al son de añafiles y chirimías en lengua del Celeste Imperio:…